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El trampolín de un profesional

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Hace ya décadas que se instauró la idea entre muchos profesionales de que ejercer su profesión en una gran ciudad les confiere un mayor prestigio que hacerlo en poblaciones de menor tamaño. Siguiendo ese a mi entender falso razonamiento, no son pocos los que rechazan puestos en el medio rural. No obstante, hubo un tiempo en el que trabajar por unos años en un pequeño pueblo aportaba una experiencia y renombre que abría después las puertas a destinos relevantes en las grandes ciudades. Ese fue el caso del oscense Don Julio Altabás Arrieta.

Deberé, sin embargo, poner antes en contexto la época en la que Don Julio tuvo relación con el pueblo de Bubierca. Comenzaré por resaltar uno de los impactos, quizás el menos conocido, de la llegada del ferrocarril a esta población. Inaugurado en 1863, las obras para su construcción comenzaron varios años antes. Pongámonos en imaginar con qué medios contaba la ingeniería en aquellos tiempos. Fácilmente concluiremos que los trabajos realizados por las actuales tuneladoras y los bulldozers se suplían a base de dinamita, carros tirados por caballerías y, sobre todo, por mucha mano de obra.

Con el limitado número de habitantes en la zona antes de la llegada del ferrocarril era imposible acometer los trabajos tan solo con mano de obra local. La Compañía MZA (Ferrocarriles de Madrid, Zaragoza y Alicante) reclutó mano de obra venida de otros puntos de España mediante anuncios aparecidos en diarios de tirada nacional.

De este modo, a partir del año 1861 el número de residentes en Bubierca creció rápidamente, no solo por la llegada de obreros forasteros, sino también porque los ingenieros franceses que dirigían las obras tomaron Bubierca como base de operaciones. Esto último quizás debido a la complejidad del trazado dentro del término municipal de Bubierca con numerosos desvíos del río, dos puentes y dos túneles, uno de ellos de gran dificultad bajo el caserío del pueblo.

Cuando concluyeron las obras, salvo algunos que se quedaron por razones sentimentales, la partida de los obreros fue casi de inmediato reemplazada por la llegada de personal para la operación del servicio ferroviario. No eran pocos; la precariedad de la nueva infraestructura obligaba a contar con mucho personal de vía y obras dispuesto en casillas a lo largo del trazado. Con el apeadero primero y la estación y muelle de carga en años posteriores, el contingente ferroviario siguió contribuyendo a mantener el censo de población del pueblo. A mediados de la década de los sesenta del siglo XIX el número de habitantes en Bubierca llegó a rozar los mil quinientos y fue decreciendo poco a poco hasta rondar los mil en el paso de ese siglo al siguiente.

Bubierca ya no era un pueblo con unos pocos ricos terratenientes y muchos labradores y pastores con economía de subsistencia. Ahora había asalariados que podían pagar por ciertos servicios, como por ejemplo el de un médico residente en la población. No quiero decir con ello que antes no hubiera médico en Bubierca. Lo hubo desde siglos atrás, pero ahora su trabajo podía ser mejor recompensado monetariamente.

Pero tampoco lancemos las campanas al vuelo. En las últimas décadas del siglo XIX la plaza de médico estuvo más tiempo vacante que ocupada. Contribuyó a ello que lo ofrecido, 250 pesetas anuales más las igualas de las alrededor de doscientas cincuenta familias que vivían en el pueblo, era un muy débil reclamo.

Tras todas las anteriores explicaciones, volvamos a Don Julio.Allá por 1886, un médico que trabajaba como reportero en el diario La Alianza Aragonesa se presentó al siguiente anuncio:

“La titular de medicina y cirugía de este pueblo se encuentra vacante. Su dotación consiste en 750 pesetas pagadas por trimestres vencidos del presupuesto municipal y 1500 pesetas que le responde una junta de mayores contribuyentes también trimestralmente.

Los aspirantes dirigirán sus solicitudes acompañadas de los documentos que justifiquen el ejercicio de su profesión hasta el día 30 del actual en que se proveerá.

Bubierca, 8 de septiembre de 1886, el Alcalde José Yus.”

Es evidente que el ayuntamiento mejoró las condiciones.

Julio Altabás Arrieta tomó posesión de su cargo de médico cirujano de Bubierca en los primeros días de octubre de 1886, hecho del que se hizo eco el Diario de Avisos de Zaragoza en su edición del 16 de octubre. Para abrir boca le recibió un brote de viruela en el pueblo.

Al parecer no tardó en hacerse querer. En meses posteriores informaban de los extraordinarios méritos que nuestro médico iba acumulando. El Diario de Avisos de Zaragoza del 13 de enero de 1887 incluyó la siguiente pieza:

En carta que recibimos de Alhama se nos participa que el inteligente médico cirujano titular de Bubierca Don Julio Altabás ha practicado con toda felicidad dos importantes operaciones quirúrgicas en la primera de dichas localidades y en la de Contamina. En esta extirpó un voluminoso tumor en la flexura del codo y parte anterior a una mujer y en Alhama operó a un hombre dos tumores lipomatosos con dilatación y desbridamiento de algunos abscesos en ambas piernas y muslos.

Tenemos verdadera satisfacción en participarlo a nuestros lectores a ruego del remitente que desea hacer públicas la laboriosidad e inteligencia del Sr. Altabás.

No parecía temblarle el bisturí, acometiendo todo tipo de intervenciones y ampliando su campo de acción a otros pueblos próximos, lo que le seguía proporcionando fama a través de noticias como la siguiente, aparecida en el diario La Alianza Aragonesa del 30 de julio de 1887:

Nuestro muy querido amigo don Julio Altabás, médico cirujano de Bubierca, ha operado con el mejor éxito durante los últimos días en aquella localidad una catarata, un ptrigion la extirpación de un pecho y la de un fibroma en la región ésternal, y en Alhama una fimosis congénita y un hidrocele..

Todos los enfermos siguen en buen estado y por ello damos nuestra más cordial enhorabuena al inteligente profesor.

No debemos descartar que algunas de aquellas notas fuesen escritas por el propio doctor, pues firmando como El Corresponsal encontramos en ese año de 1887 en La Alianza Aragonesa varios artículos remitidos desde Bubierca sobre muy diversos temas, tales como reuniones de republicanos en Alhama, relaciones de ilustres visitantes a los baños de Alhama y Jaraba, clima, cosechas, precio del vino y fiestas en pueblos de la comarca. Quizás en alguno de esos bailes conoció a quien sería su esposa. Como no, sus ex-colegas de La Alianza Aragonesa saludaban su enlace de la siguiente manera:

6 de abril de 1888.

Felicidades

Ha contraído matrimonial enlace con la bella y distinguida señorita de Nuévalos Doña María del Rosario Yus y Mateo nuestro queridísimo amigo y antiguo compañero de redacción don Julio Altabás, ilustrado médico titular de Bubierca. Deseamos a la simpática pareja todo linaje de prosperidad.

Casualidad o causalidad, desde entonces no se encuentra noticia alguna sobre su persona como médico de Bubierca. Es de suponer que dejó el pueblo en septiembre de 1889, pues en ese mes se anunció la plaza por “acabar el anterior en 30 de septiembre.

En ese mismo año de 1889 se encuentra entre los veinte opositores que obtienen plaza de médico segundo en el ejército.

No parece que tomase posesión de esa plaza ya que nuestro protagonista vuelve a aparecer un año después como autor de un artículo publicado En El Siglo Médico del 24 de agosto de 1890 titulado “Tumores del ovario. La ovarioctomía en Barcelona”. Versaba sobre los avances en esa materia gracias a la recientemente creada clínica quirúrgica del Doctor Fargas.

Volvió a publicar el 26 de julio de 1891 en El Siglo Médico. El artículo se titulaba “Clínica Oftalmológica del Doctor Barraquer” y versaba sobre la visita que Don Julio realizó a esa clínica privada de Barcelona, lo cual hace suponer que residía en aquella ciudad. Por cierto, en un fragmento del artículo dice que el Doctor Barraquer “hoy solo se ocupa de visitar y de hacerse rico pues acaso sea el médico que más gana en -España actualmente”. Cuando se refería a visitar quería decir atender en su consulta privada y no en el hospital general en el que también trabajaba.

Don Julio asistió a las conferencias que dio en Barcelona D. Santiago Ramón y Cajal. Sin embargo, según cuenta en su biografía el famoso Dr José Ignacio Barraquer Moner, Don Julio Altabás Arrieta, alejándose de esas teorías, publicó una ponencia junto con su jefe médico y pionero de los Barraquer, D. José Antonio Barraquer Roviralta, sobre tuberculosis del ojo.

Nos encontramos pues con Don Julio codeándose con los mejores médicos de Barcelona y contribuyendo con sus artículos al impulso de una nueva cultura de la medicina consistente en la creación de clínicas privadas de especialidades.

Don Julio siguió ejerciendo su profesión en Barcelona a principios del Siglo XX, tal como confirma La Gaceta de Madrid (antiguo BOE) en la relación de patentes de médicos de Barcelona. A partir de ahí se pierde su rastro si bien hay constancia de que tubo descendencia. Su hijo, también médico, Julio Altabás Yus, escribió un libro titulado “The Struggles of Spain”, publicado en Nueva Orleans en 1938, al parecer estando afincado en los Estados Unidos de América.

Y tengo entendido que junto al reloj de la parroquia de Nuévalos se puede leer la siguiente inscripción:

La parroquia agradece a D. Julio Altabás Yus que regala este reloj en memoria de su madre Doña María Yus Mateo. 18 de agosto de 1958.

© Rodolfo Lacal Pérez

Todos mis relatos estan elaborados sin uso de inteligencia artificial alguna.